miércoles, 16 de junio de 2010

Palabras dentro de mi cabeza

Palabras que suenan dentro de mi cabeza, sonidos que luchan por salir para ser escuchados por alguien que comprenda y pueda responder. Palabras que nombran recuerdos, que perfilan sueños, que eluden miedos o se animan a pronunciar lo impronunciable…Estoy sola, tratando de decir, de escribir cómo me siento. El ruido del televisor amortigua el silencio de la casa vacía.
Afuera, ha cesado la lluvia… La noche temprana se apodera de todo, se levanta desnuda entre los árboles que aún conservan algunas hojas amarillas. Me entristece este paisaje nocturno. Prefiero las largas tardes de verano, las noches claras que se pueden recorrer a solas o en compañía de algún otro caminante. Esas noches que traen recuerdos de aquel tiempo en que salíamos simplemente a caminar para tener la excusa de conversar un rato antes de terminar el día. Y más atrás todavía, más lejos y adentro en la memoria, aquellas noches de la infancia o la primera adolescencia, cuando éramos todos amigos y se podía abrir la puerta y “salir a jugar” en la vereda o en la calle, que era segura porque era toda nuestra.
La voz en el televisor me recuerda que es lunes y que esta mañana han muerto otras dos personas en asaltos violentos. El gobierno sigue mirando para otro lado aunque la miseria puede olerse desde su ventana y lo único que importa es el partido que se jugó, se juega o jugará y nadie se preocupa por lo que de verdad necesitamos. Respiro, recupero el sentido del tiempo transcurrido…Afuera cae otra vez una lluvia menuda, incansable, que moja de a poco. En mi cabeza toman forma figuras familiares que conversan junto al fuego del hogar. Alguien cuenta una historia y todos nos reímos. El instante se queda flotando en el aire del ahora, porque el timbre suena, como en sordina, y el hechizo se rompe. Ya son las ocho y media y una voz pregunta qué hay para la cena. Es hoy, acá, ahora…
Las palabras se acallan a la espera del próximo silencio.

2 comentarios:

  1. Creo que está bueno, a veces, disfrutar de ese quieto silencio. Nos ayuda a pensar, nos da ese tiempo que habitualmente no tenemos, porque estamos corriendo, rodeados de un bullicio constante y aturdido. Sí, nos da ese tiempo también para leer, escribir o, simplemente, para no hacer nada... Pero debemos agradecer que ese silencio, que ese "hechizo" se rompa, por una simple y cotidiana frase: "qué hay para la cena?"

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  2. Cuando estamos solos, en especial si la soledad es prolongada, nuetra mente se puebla de recuerdos, de viejas ensoñaciones que a veces nos llenan de nostalgia... Eso puede resultar peligroso, si dura demasiado, porque puede desconectarnos del aquí y el ahora, del constante fluir del tiempo...Y si eso ocurre, nos quedamos afuera.

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