viernes, 9 de julio de 2010

El caminante

El camino se estira y se curva a lo lejos. Desaparece por un trecho, para luego reanudar su dibujo de serpiente empedrada. ¿Va o viene? No importa. Es un camino: es su esencia el ser nexo y contacto entre dos puntos. El caminante pasa por allí, abstraído tal vez, pensando en lo que ha dejado o avizorando lo que encontrará... El camino lo ve pasar, inmutable (no es su deber de camino interpelar a los que lo transitan). Sólo está, existe para permitir el viaje.
Y el viajero es libre de elegir el rumbo. El sabor de la libertad impregna su paso. Unas veces se le hace muy fácil, como si avanzara sobre el agua. Otras, en cambio, las piedras afiladas hieren su pies y la soledad lo agobia. Entonces su voluntad lo impulsa y lo sostiene. No se altera porque sabe que al final del camino alguien lo espera. Intuye que el retorno es posible. No olvida que lleva consigo lo más importante, algo que no se deja atrás aunque sea mucha la distancia recorrida. Guarda en el alma el cariño inamovible de los suyos, algo que nunca cambia ni se pierde.

A veces creemos que estamos lejos de los seres queridos porque no podemos verlos pero su imagen, su cálida presencia están siempre con nosotros.

domingo, 4 de julio de 2010

Los sueños

Agua y piedras. El árbol, apenas sostenido, resiste con firmeza los embates del viento, que ha intentado vencerlo desde siempre. Su tronco retorcido se inclina y mantiene sin embargo un equilibrio casi imposible a la orilla del lago...Se aferra a la vida con sus raíces curvas como garras. El ambiente es hostil pero él insiste en su dolorosa postura interrogante...¿Por qué no puedo vivir en este sitio?
Como el árbol, así nos aferramos nosotros también a nuestros sueños. Ciegos a lo evidente, seguimos intentándolo aunque todo nos duela, aunque el esfuerzo nos desgarre las entrañas. Lo importante es seguir.