viernes, 2 de julio de 2010

En diálogo

Del otro lado, cerca, aun a pesar de la distancia física, están ustedes. No los otros que no saben o no escuchan, no, no ellos, sino ustedes: el tú multiplicado que me escucha y comprende lo que digo. A ustedes, entonces, me dirijo. Quiero que sepan cuánto los necesito, hasta qué punto su presencia -su existencia,digo- me define. Soy yo, en contraste y contrapunto. Mi palabra en su oído, ideas compartidas, compañía. Sin ustedes, mi voz se moriría devorada por la soledad, entre las piedras del silencio.
Cuando se piensa en comunicación se presupone un vínculo entre el emisor y el receptor, pero también es fundamental que ambos compartan el mismo código. Sólo así el mensaje podrá ser captado y comprendido. Ahora bien, yo digo: el mensaje no es aquello que el emisor formula o codifica, sino más claramente, eso que el receptor recibe y comprende. ¿Cuánta información, cuántos matices se perderán en el camino?
Pienso y escribo. Leo y me impregno del pensamiento del que escribe, pero ¿será suficiente? Tal vez algo importante se pierda en cada transvasado. Quizás algo invaluable se haya perdido ya definitivamente. Todo es cuestión de interpretaciones, decía Nietzsche, y de ese modo, nuestro mundo está formado por la superposicón de múltiples ficciones, que son nuestras formas de entender la realidad.
¿Cuál se habrá puesto en juego en este rato que llevamos conversando?