jueves, 17 de noviembre de 2011

Siempre Sabato

Leo con mis alumnos del último curso de Secundaria la novela El túnel, de Ernesto Sabato.
Otra vez, como la primera vez..., me conmueve la forma en que el texto se va apoderando del aula y va penetrando, invisible, la mente y el ánimo de mis oyentes. La dura confesión de Castel, asesino de María Iribarne, la única persona capaz de entenderlo, nos sumerge en una especie de vacío existencial. Las palabras del maestro tejen la trama -avanzan y retrodecen -siguiendo el tortuoso ritmo del pensamiento del protagonista... La oscuridad domina, el escepticismo tirunfa...
Y, sin embargo, el aplauso explota al toque del timbre. Porque eso provoca la lectura de la obra de Sabato: una conmoción interna que no se puede contener y brota, como un homenaje a su genio.