martes, 8 de junio de 2010

De llaves y cerraduras

Está cerrado, todo cerrado. Adentro la oscuridad es compacta y negra, densa como un muro. Imposible quebrar la firmeza del roble, las bisagras de hierro que forjaron la puerta. Viejas filtraciones envenenan el aire que se adhiere, muerto, a las paredes. Hace mucho que nadie ha pisado las losas centenarias que recubren el piso...
Afuera, la hiedra prolífera tapiza los muros y la entrada, que queda casi oculta por la urdimbre de hojas. Cada tanto una suave brisa les impone un balanceo efímero y una línea de luz penetra tímida en la negrura interior. Pasa por el ojo de la cerradura olvidada y traza una recta nítida en el cuarto cerrado. A su paso se dibujan apenas los contornos del moblaje, vencido por el tiempo.
Todo dura un instante, pero trae el recuerdo del afuera, del aire limpio, del contacto... El anhelo profundo de la llave ausente.

1 comentario:

  1. Tal vez esa llave, también oxidada, de hierro avejentado, ya no pueda ser introducida en esa añeja cerradura. Qué pasaría? Aparecería el miedo? El horror? o tal vez la calma y la sensación de poder imaginar lo que hay del otro lado. La esperanza, los recuerdos, la alegría y la fe, esa fe que siempre nos apuntala en cada momento de nuestras vidas.

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